
[Originally published in The Architectural Review online. Versión en castellano sigue a continuación.]
The multicultural working-class neighbourhood of El Raval, in the historic centre of Barcelona, is one of the most densely inhabited urban quarters in Europe. Flats are small and overcrowded, streets are narrow, and parks are few and far between, making public space a vital necessity.
Yet Barcelona City Council has recently rezoned around 1,000m2 of public space in El Raval’s Plaça dels Àngels so that the Museu d’Art Contemporani de Barcelona (Museum of Contemporary Art of Barcelona, or MACBA) can build an extension. The MACBA is a public-private partnership controlled by the Fundació MACBA, a private non-profit foundation funded by wealthy benefactors as well as international companies, including Coca-Cola, two Spanish banks and petrochemical company Repsol.
The extension project by Swiss practice Christ & Gantenbein and Barcelona-based H Arquitectes, winners of a 2021 architectural competition, is a sensitive design that regularises Plaça dels Àngels’ idiosyncratic outline with a monumental arcade. (Both practices declined to comment for this article.) The problem is not the architecture, but the land on which it will sit.
Plaça dels Àngels is protected by a zoning designation that can only be changed if an equivalent area of public space is created elsewhere within the neighbourhood. This was impossible owing to El Raval’s hyper-density, so Barcelona City Council rezoned some existing lengths of street in El Raval as ‘new’ public space. The museum extension also features a 349m2 roof terrace ‘open to the public during museum opening hours’ according to the MACBA, presumably as additional compensation for the public space it will occupy. Problem solved.
But residents are not accepting this. The neighbourhood association La Xarxa Veïnal del Raval (of which I am a member) launched a legal appeal against what it sees as incorrect rezoning. Yet the city has permitted construction work to start while judicial resolution is pending, employing a fait accompli strategy to pressure for the appeal’s dismissal. If, on the other hand, the appeal is successful, then the site will have to be reverted to its original state. […]
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El MACBA se masifica y el espacio público sufre
El barrio obrero y multicultural del Raval, en el centro histórico de Barcelona, es uno de los más densamente poblados de Europa. Los pisos son pequeños y están abarrotados, las calles son estrechas y los parques son escasos, lo que hace que el espacio público sea una necesidad vital.
Sin embargo, el Ajuntament de Barcelona ha recalificado recientemente unos 1.000 m2 de espacio público en la Plaça dels Àngels del Raval para permitir que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) pueda construir una ampliación. El MACBA es una asociación público-privada controlada por la Fundació MACBA, una fundación privada sin ánimo de lucro financiada por benefactores adinerados y empresas internacionales, entre ellas Coca-Cola, dos bancos y la petroquímica Repsol.
El proyecto de ampliación del estudio suizo Christ & Gantenbein y del barcelonés Harquitectes, ganadores de un concurso de arquitectura en 2021, es un diseño sensible que regulariza el contorno idiosincrásico de la Plaça dels Àngels con una arcada monumental. (Ambos estudios declinaron hacer comentarios para este artículo). El problema no es la arquitectura, sino el terreno en el que se ubicará.
La Plaça dels Àngels está protegida por una calificación urbanística que solo se puede cambiar si se crea un área equivalente de espacio público en otra zona del mismo barrio. Esto era imposible debido a la hiperdensidad de El Raval, por lo que el Ajuntament de Barcelona recalificó algunos tramos de calle existentes en El Raval como espacio público “nuevo”. La ampliación del museo también cuenta con una terraza en la azotea de 349 m2 “abierta al público durante el horario de apertura del museo”, según el MACBA, presumiblemente como compensación adicional por el espacio público que ocupará. Problema resuelto.
Pero los residentes no lo aceptan. La asociación de vecinos Xarxa Veïnal del Raval (de la que soy miembro) ha presentado un recurso judicial contra lo que considera una recalificación incorrecta. Sin embargo, el Ajuntament ha permitido que se inicien las obras mientras se espera la resolución judicial, empleando una estrategia de hechos consumados para presionar a la desestimación del recurso. Si, por el contrario, el recurso prospera, entonces el solar tendrá que volver a su estado original.
La sugerencia de trasladar el MACBA a otra ubicación donde haya más espacio disponible se ha expresado públicamente en repetidas ocasiones, al igual que la de ampliarlo en espacios satélite situados en otros lugares. No faltan edificios industriales en desuso en Barcelona y sus alrededores, el tipo de espacio preferido por artistas y comisarios contemporáneos. No se han dado a conocer los motivos del rechazo de estas propuestas; en el momento de la publicación, la directora del MACBA, Elvira Dyangani Ose, aún no ha respondido tampoco a nuestra solicitud de comentarios.
El MACBA ha sido polémico desde el primer día. En 1986, el entonces alcalde Pasqual Maragall encargó al recién galardonado con el premio Pritzker Richard Meier el diseño del edificio insignia del MACBA, sin que, evidentemente, viera la necesidad de someterse a ningún tipo de concurso de arquitectura. El propósito de la ciudad en aquel momento era sanear el barrio, plagado de delincuencia, mediante la inserción de diversas instituciones culturales a lo largo de un eje transitable que pasara por patios y soportales. El MACBA estaba concebido como la atracción más internacional de este eje, lo que, por supuesto, exigía una propuesta arquitectónica especialmente ambiciosa.
Como es típico en la arquitectura turística, el reluciente edificio blanco de Meier es un objeto escultórico exento cuya forma prismática y materiales brillantes contrastan marcadamente con el contexto histórico. Para aumentar su visibilidad, se insertó una gran nueva plaza en el tejido urbano existente, desplazando muchos hogares. Esta es la misma plaza que ahora está siendo invadida por la ampliación planificada.
Desde entonces, el MACBA se ha ampliado en varias fases entre 2003 y 2017, en el complejo monástico del Convent dels Àngels, del siglo XVI, al otro lado de la plaza, abriendo en el en 2007 un centro de investigación y documentación así como varios espacios de exposición.
La zona que rodea el MACBA se gentrificó tras su inauguración en 1995. Empezaron a abrir nuevas librerías, galerías de arte y cafeterías, mientras se realizaba un importante esfuerzo de renovación de la marca Barcelona para intentar deshacerse de la reputación de distrito rojo de Barcelona. El Raval, como se lo rebautizó entonces, había sido una zona de vicio desde principios del siglo XX que recibió el nombre popular de “Barrio Chino” después de que un periodista español lo comparara con el Chinatown de San Francisco en un artículo de 1925. Su reputación de depravación atrajo a bohemios como Jean Genet, que lo encontró como fuente de inspiración mientras escribía Diario del ladrón. Pero a pesar de los intensos esfuerzos oficiales por borrar la memoria del Barrio Chino, el Raval de hoy sigue siendo el lugar de pobreza más notorio de Barcelona, como se retrata dolorosamente en la película Biutiful de Alejandro González Iñárritu de 2010.
La mayoría de los visitantes internacionales que hoy en día se acercan al MACBA son skaters. Vienen en masa de todas partes, no para ver exposiciones de arte, sino para realizar saltos espectaculares desde el zócalo de piedra de Meier hasta la plaza. A los jóvenes inmigrantes africanos y latinoamericanos también les gusta pasar el rato en la Plaça dels Àngels, mezclándose con los skaters, en su mayoría europeos y norteamericanos, mientras escuchan música a todo volumen en altavoces portátiles. La plaza es un auténtico condensador social para la juventud internacional.
Por su parte, los visitantes del propio museo de arte son en su mayoría turistas culturales. El MACBA ha intentado una y otra vez atraer a más visitantes locales a través de sus puertas, pero sin mucho éxito. Éste es precisamente uno de los objetivos del nuevo proyecto de ampliación a través de la plaza: hacer que el museo sea más “transparente, empático y atento”.
Pero no es seguro que esta nueva apertura atraiga a una comunidad más amplia. Una azotea nunca es verdaderamente pública por mucho que se la promocione como tal: es poco probable que se tolere el skate o reproducir música, o que las personas sin hogar disfruten de acceso en condición de igualdad. Esta será la prueba de fuego que determinará el carácter público real de la azotea supuestamente pública. La semiprivatización del espacio público no se puede permitir. Y menos en El Raval.